martes, 13 de julio de 2010

“También el sol, también el sol, ha amado…

…y como todos los que amamos, miente,

puede llevar la luz sobre la frente,

pero lleva la muerte en el costado.”

José Martí, Poesías completas, Editorial Claridad, Argentina, 1983, p. 189

Honestamente, cuando leí por primera vez este pasaje de Martí, abriendo por azar el libro y leyendo el primer poema que encontré, me dejó helado. El poema se titula Abril, al parecer se hizo famoso cuando se musicalizó y al mismo tiempo le cambiaron un poco la letra. Aquí se pude ver la letra y oír la versión de Pablo Milanés. La letra de la canción pone “sonriente” en lugar de “miente” y la verdad eso es un cambio abismal de sentido.

De cualquier modo, me dejó helado porque al inicio del poema uno comienza a imaginarse un paraje primaveral donde una niña juega al sol y todo parece ser vida y, de pronto, con una frase abrupta se nos dice que ese amante, el sol, viene siempre acompañado de la muerte. Tal vez sea la sombra, que siempre aparece dondequiera que brillen los rayos solares. Tal vez sea el oscuro presagio de toda realidad que parece radiante y de repente, en momentos aislados, es capaz de mostrar una cara aciaga. Tal vez sea que todo lo que hace caricias, como un amante, contiene por ello mismo el triste recordatorio de la muerte.

lunes, 5 de julio de 2010

“Volver a un lugar es buscarnos de memoria a nosotros mismos,…

… y entonces se oye más el viento a lo ancho del yermo, como si antes hubiese venido alguien que ya no lo tenemos a nuestro lado. Porque el paisaje no nos espera más que una vez: cuando es inesperado para nuestros ojos, presintiéndolo la sensibilidad. Contemplar es despedirse de lo que ya no será como es. La paz, el júbilo, la conciencia evocadora, la internación en el paisaje, son estados reveladores que se disuelven dentro del tiempo como las nubes, el aliento del agua, el temblor de una fronda en el azul.”

Gabriel Miró, Años y leguas, Salvat Editores, España, 1971, p.103

Cualquiera que haya estado lejos de su tierra natal por un tiempo considerable y haya después regresado ha sentido sin duda lo que dice Miró. Volvemos y al mismo tiempo tropezamos a cada paso con nosotros mismos. Pero Miró parece también querer decir que tropezamos con gente del pasado, la cual mucha veces a nuestra vuelta no es más que viento soplando en una planicie desolada. Especialmente cuando se vive en el lugar, se tiene la impresión de que éste es casi inmutable. Al evocarlo en la mente, surge siempre como algo estático. Pero las razones mismas por las que somos capaces de evocarlo son tan efímeras como el chasquido de una gota de lluvia.

sábado, 3 de julio de 2010

“El valor que damos a muchas de las realidades presentes no lo merecen éstas por sí mismas;…

…si nos ocupamos de ellas es porque existen, porque están ahí, delante de nosotros, ofendiéndonos y sirviéndonos. Su existencia, no ellas, tiene valor. Por el contrario, de lo que ha sido nos interesa su calidad íntima y propia. De modo que las cosas, al penetrar en el ámbito de lo pretérito, quedan despojadas de toda adherencia utilitaria, de toda jerarquía fundada en los servicios que como existentes nos prestaron, y así, en puras carnes, es cuando comienzan a vivir de su vigor esencial.

Por esto es conveniente volver de cuando en cuando una larga mirada hacia la profunda alameda del pasado: en ella aprendemos los verdaderos valores –no en el mercado del día.”

José Ortega y Gasset, El Espectador, Salvat Editores, España, 1971, pp.25-26

La lógica que está enraizada en este memorable fragmento de Ortega y Gasset se basa fundamentalmente en la clásica distinción entre medio y fin, aplicándola al modo en que asumimos el pasado. Sin duda, la mayor parte de las veces que se aduce este par de conceptos, es para magnificar la importancia del fin por encima de los medios. Y así, aquí, se presenta el hecho profundamente paradójico de que lo que se puede abordar con la completa seguridad de buscarlo en sí mismo y no a causa de cosas que le son accesorias es precisamente algo que ya escapó de nuestras manos, algo que ya no existe.

viernes, 2 de julio de 2010

“Es falso decir que hay paisajes a medida de hombres y otros que no lo son…

…Todo paisaje de la tierra está hecho a medida de hombre, puesto que el hombre habrá de servir siempre de módulo en todo lo que concierne a la Tierra. Lo que debe saberse es para qué hombres está hecho el paisaje –para qué ojos, para qué sueños, para qué empeños”.

Alejo Carpentier, Obras completas, Ensayos, Tomo 13. Siglo XXI Editores, México, 1990, p. 276.

De inmediato al leer esta frase, me vino a la mente la famosa sentencia de Protágoras, pero al pensarlo un poco más uno se percata de que en realidad Carpentier va por otro rumbo. Se enfoca más en la relación entre hombre y paisaje, espectador e imagen, y en cómo hay una especie de mutua dependencia entre ellos. Así como Melville hablaba de la fácil disposición del mar para atrapar y seducir a personas de inclinaciones metafísicas, así también Carpentier sugiere que para cada paisaje posible hay un tipo de hombre posible; para cada montaña, un anhelo; para cada río, una inquietud; para cada peñasco, una decepción. Lo humano es siempre susceptible de empalmar prodigiosamente con un rasgo telúrico, y viceversa.