domingo, 17 de abril de 2011

“I should have been a pair of ragged claws….

… scuttling across the floors of silent seas”.

T. S. Eliot, Antología Poética, Edición bilingüe con traducción de Harold Alvarado Tenorio, Editorial Tiempo Presente, Bogotá, p. 43.

Pongamos la misma traducción de Harold Alvarado:

“Debería haber sido un par de ásperas patas de crustáceo

huyendo sobre las arenas de mares silenciosos”.

Muchos son los sentidos que se le pueden dar a estos versos de Eliot, yo les doy uno y lo hago con la plena conciencia de que parafrasearlos e interpretarlos es también rebajarlos y encasillarlos. El poema en general, The Love Song of J. Alfred Prufrock, tiene como núcleo cierta tensión entre, por un lado, la banalidad de la vida que se mide con cucharadas de café entre pláticas de comadronas acerca de Miguel Ángel, y por otro lado, la posibilidad intuida y casi inexplicable de decir algo de una profundidad o trascendencia inaudita, como si uno pudiera de pronto levantarse como Lázaro y proferir palabras de ultratumba, mensajes olvidados e inefables.

Pues bien, creo que esos dos versitos de Eliot condensan en una sola imagen la tensión entre estos dos ámbitos irreconciliables. Eliot parece decirnos que, en el fondo, el único modo en que las dos cosas podrían unirse y convivir sería estando reunidas en algún remoto ser viviente en las profundidades del mar; más aun, ni siquiera en ese ser, sino sólo en sus patas o en sus pinzas (nos imaginamos, entonces, que se trata de algún crustáceo, un cangrejo perdido y ahuyentado apresurándose por el ese suelo marino donde no hay más que silencio). Solo estando en la punta de esas pinzas podríamos explorar el abismo, y para ello habría que rebajarnos, dejar de ser personas que expulsan orines y palabras de arte, estar atados al ser de alguien más y depender enteramente de él.

Sólo así podríamos desatar aquella tensión, convertirla en algo normal y consecuente, casi necesario. ¿Y quién no se ha sentido alguna vez así? ¿Quién no ha sentido de pronto que hay todo un mundo que explicar y extraer de nuestras entrañas? ¿Quién no se ha asomado alguna vez a ese pozo inconmensurable donde habita la conciencia y no ha tenido la impresión de que, de estar en otro lugar, en otro cuerpo, en otro mundo, se podrían sacar de ahí miles de voces desconocidas, miles de anhelos callados y frustraciones invisibles?

Así me siento yo ahora. Vivo en lo inexpresable. Soy un grito sordo. ¿De qué estará huyendo aquel cangrejo?