jueves, 25 de agosto de 2011

“Hay naturalezas puramente contemplativas, e incapaces de acción…

…que bajo un impulso misterioso y desconocido pueden actuar con una celeridad de la que se ignoran capaces.
Como quien por temor a encontrar una noticia triste ronda cobardemente una hora delante de su puerta sin atreverse a entrar, y guarda quince días una carta sin abrirla o al cabo de seis meses se decide a hacer un trámite necesario desde hace un año, pero como la flecha de un arco, a veces se siente bruscamente impelido a actuar por una fuerza irresistible. Ni el moralista ni el médico, que pretenden saber todo, explican cómo surge en esas almas perezosas y sensuales una energía tan loca ni cómo, incapaces de lo más indispensable y sencillo, en un instante encuentran el coraje para los actos más absurdos y peligrosos.”

Charles Baudalaire, El spleen de París, [Scribd], pp.23-24. [Ignoro de quién sea esta traducción].

A quien le interese ver cómo Baudelaire desarrolla la idea con un ejemplo de su experiencia personal, consulte el texto completo, llamado “Un vidriero malo”, que de hecho es bastante corto. Se nota un parentesco claro con el texto de Poe titulado “The imp of the perverse”, que por cierto vale la pena leer aunque no es de lo más conocido de Poe. Sólo que el desarrollo de Baudelaire es casi de mayor amplitud o generalización, es decir, que esos actos impulsivos que afloran casi inexplicablemente en los temperamentos más pasivos pueden ser tanto actos de heroísmo como de perversidad; mientras que en Poe todo parece remitir a lo puramente “perverso”, como cuando estamos ante un precipicio acompañados de alguien más y de pronto, por un azar inexplicable y que no tiene coherencia alguna con nuestros sentimientos por tal persona, nos llega la idea de arrojarla al vacío. Esto ocurre incluso con uno mismo, pues ¿quién no ha tenido la súbita idea de lanzarse de un precipicio que se tiene frente a sí, aun cuando sabe que jamás sería capaz de cometer un suicidio? Con Baudelaire nos percatamos de que ese mismo impulso inexplicable es el mismo que brota en muchas otras ocasiones, no necesariamente teñidas de ese hálito de “maldad”. Y así, a veces los actos más nobles y heroicos, es decir, impulsivos e irreflexivos, se emparentan con las acciones más bajas y despiadadas que podamos realizar, como es la que justamente nos relata Baudelaire un poco después.

lunes, 1 de agosto de 2011

“Hay muertes que se lloran de una vez…

…Un denso llanto torrencial que nos deja exhaustos y después, el descanso que da el olvido. Pero hay otras en que parece que las lágrimas fluyen al compás del tiempo. Un gotear perenne, continuado, implacable, que nos va royendo la memoria.”

Pedro Garfias, La voz de otros días (Prosa reunida), Ediciones Renacimiento, Sevilla, 2001, pp. 168-169.

No hay nada más horrible que sentir cómo poco a poco, a medida que progresa ese gotear del que habla Garfias, olvidamos a las personas desaparecidas. Es casi como si, al morir o al salir por entero de nuestras vidas, esa persona se quebrara en pedacitos como un gran jarrón. Y después, cuando vemos hacia atrás y nos percatamos de que han corrido años y años, sólo nos queda un gran rompecabezas, del cual, sin darnos cuenta, perdemos gradualmente las piezas. Se extravió, junto con una de ellas, el esbozo de una sonrisa; se nos esfumó, junto con otra, alguna fecha; se diluyó en lo profundo de la memoria algún rasgo que algún día consideramos indispensable, algún gesto sutil que parecía darnos la certeza de que esa persona nos entendía… Y por aquella gran coladera se pierden miles de momentos y sentimientos, ahí va a dar ese gotear perenne de Garfias.