jueves, 17 de mayo de 2012

“Curiosidad no es más que vanidad la mayor parte de las veces…

… Queremos saber sólo para hablar de ello. De otra manera, no viajaríamos por el mar, para nunca contar nada y por el solo placer de ver, sin esperanza de comunicarlo alguna vez”.
Blaise Pascal, Pensées, Edición de Philippe Sellier, Pocket, París, 2003, p. 121.
Pascal es de esos autores que siempre están recordándonos los móviles de nuestro proceder diario, y por supuesto, los recuerda para mostrar que son casi siempre vacíos y vanos. Somos seres tan terriblemente dependientes del reconocimiento ajeno, que quizás es lo que más trabajo nos cuesta admitir. Tan pronto como decimos “sí, está bien, sí me importa la impresión de la gente”, estamos expuestos precisamente a que se tenga una mala impresión de nosotros. Y estamos siempre forzados a mostrarnos desinteresados, cuando en el fondo, muy en el fondo, sabemos que no ocurre tal cosa.
Y en el caso concreto de la curiosidad o de las ganas de aprender, creo que siempre vale la pena tener presente a Pascal. Y nótese que lo dice uno de los grandes científicos de aquella época. Cualquiera que haya sentido vivamente esa “espinita” por aprender y conocer, sabe también que a la vuelta de la esquina lo acecha siempre la tentadora idea de mostrarles a todos lo que se sabe, y no por un mero afán de instruir, sino por esa callada satisfacción que se tiene cuando los demás muestran su admiración. Y lo triste consiste en que es espantosamente fácil pasar de aquel impulso auténtico y genuino por saber, a esta postura que, en palabras de Pascal, no es más que vanidad…
Dejo el francés para los que quieran el original y no les guste mi traducción:
“Curiosité n'est que vanité le plus souvent. On ne veut savoir que pour en parler. Autrement on ne voyagerait pas sur la mer pour ne jamais en rien dire et pour le seul plaisir de voir, sans espérance d'en jamais communiquer.”