…Todo paisaje de la tierra está hecho a medida de hombre, puesto que el hombre habrá de servir siempre de módulo en todo lo que concierne a la Tierra. Lo que debe saberse es para qué hombres está hecho el paisaje –para qué ojos, para qué sueños, para qué empeños”.
Alejo Carpentier, Obras completas, Ensayos, Tomo 13. Siglo XXI Editores, México, 1990, p. 276.
De inmediato al leer esta frase, me vino a la mente la famosa sentencia de Protágoras, pero al pensarlo un poco más uno se percata de que en realidad Carpentier va por otro rumbo. Se enfoca más en la relación entre hombre y paisaje, espectador e imagen, y en cómo hay una especie de mutua dependencia entre ellos. Así como Melville hablaba de la fácil disposición del mar para atrapar y seducir a personas de inclinaciones metafísicas, así también Carpentier sugiere que para cada paisaje posible hay un tipo de hombre posible; para cada montaña, un anhelo; para cada río, una inquietud; para cada peñasco, una decepción. Lo humano es siempre susceptible de empalmar prodigiosamente con un rasgo telúrico, y viceversa.
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