domingo, 27 de marzo de 2011

“–¿Qué hace usted –preguntaron un día al señor K.– cuando ama a alguien?…

… –Hago un bosquejo de esa persona –respondió el señor K.– y procuro que se le asemeje lo más posible.

–¿El bosquejo?

–No –contestó el señor K.–. La persona.”

Bertolt Brecht, Historias de Almanaque, Alianza Editorial, Madrid, 1975, p. 125

De verdad que algunas de esas Historias del señor Keuner de Brecht valen la pena. Son una mezcla de ingenio, humor y sorpresa. Inolvidable, por ejemplo, la parábola de los tiburones y los pececillos, con tintes que recuerdan mucho a Animal Farm de Orwell.

Respecto a este pasaje en concreto, uno pensaría que en cierto modo va en contra de esa vieja idea de que es imposible cambiar a alguien, esa idea de que se debe “amar” a alguien tal como es y no como nos gustaría que fuera. Pero, reflexionando un poco junto con Brecht, ¿no es acaso cuando se ama cuando se siente que la mejor parte de uno mismo aflora justo al estar al lado de esa persona? Es decir, pareciera que el mero hecho de estar con alguien es ya transformarlo, pues en el fondo todos somos de cierto modo con alguien y en cierta situación. No existe la “personalidad” en abstracto, siempre somos para alguien. Incluso al estar frente al espejo somos para alguien, nos desdoblamos, como decía Bajtín. Y entonces, ¿por qué condenar la idea de hacer un boceto de alguien más y procurar que ese alguien se acerque a tal ideal? Ese boceto es la construcción, imaginada y proyectada hacia el frente, de alguien que terminamos necesitando, alguien a quien terminamos modelando y creando conjuntamente, alguien que también logra que uno mismo se aproxime a su propio boceto, alguien que asombrosamente ha tomado posesión de los órganos vitales que echan a andar nuestra vida y nuestros pasos… Alejarse de ese alguien es perder el propio boceto.

domingo, 13 de marzo de 2011

“A veces me dan ganas de llorar,…

… pero las suple el mar.”

José Gorostiza, Poesía, FCE, México, 1971, p. 68

Abrí el libro al azar esperando que me dijera algo, como solemos hacer cuando queremos ver expresado con nitidez aquello que no podemos clarificar nosotros mismos pero que ahí está dentro de uno, latente; y encontré esta frase de Gorostiza, que por cierto aparece más bien como un poema bajo el título de Elegía. Me pareció casi fulminante. Condensa perfectamente ese estado ambivalente entre la desdicha y el percibir el profundo sinsentido que hay detrás de ella, pues ¿qué es la lágrima frente al mar? ¿Qué otra cosa es sino un torpe remedo de la inmensidad?

Pero tal vez habría que preguntarse si no hay un énfasis, más que en la innegable fugacidad de las propias preocupaciones, en la tranquilidad que a veces nos trae la contemplación de lo insondable. A veces nos provoca cierta inquietud, nos frustra en lo más hondo de nuestras diminutas aspiraciones, pero otras veces lo inabarcable nos brinda cierto consuelo. El mar puede ser el llanto imposible de un ser que solloza solo en su cueva infinita….