domingo, 13 de marzo de 2011

“A veces me dan ganas de llorar,…

… pero las suple el mar.”

José Gorostiza, Poesía, FCE, México, 1971, p. 68

Abrí el libro al azar esperando que me dijera algo, como solemos hacer cuando queremos ver expresado con nitidez aquello que no podemos clarificar nosotros mismos pero que ahí está dentro de uno, latente; y encontré esta frase de Gorostiza, que por cierto aparece más bien como un poema bajo el título de Elegía. Me pareció casi fulminante. Condensa perfectamente ese estado ambivalente entre la desdicha y el percibir el profundo sinsentido que hay detrás de ella, pues ¿qué es la lágrima frente al mar? ¿Qué otra cosa es sino un torpe remedo de la inmensidad?

Pero tal vez habría que preguntarse si no hay un énfasis, más que en la innegable fugacidad de las propias preocupaciones, en la tranquilidad que a veces nos trae la contemplación de lo insondable. A veces nos provoca cierta inquietud, nos frustra en lo más hondo de nuestras diminutas aspiraciones, pero otras veces lo inabarcable nos brinda cierto consuelo. El mar puede ser el llanto imposible de un ser que solloza solo en su cueva infinita….

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