domingo, 10 de junio de 2012

“Hay un momento en la juventud en que todo…

…es posible, en que todo es poco en la inmensidad de nuestra vida”.

Adolfo Bioy Casares, Historia prodigiosa, Club Internacional del Libro, Madrid, 1956, p. 84.

 

La frase me dejó sin aliento. Y es que ahora, sin ser viejo, pienso en momentos de adolescencia y me veo como algo totalmente abierto, donde todas las posibilidades y todos los caminos factibles se mantenían latentes. Ahí estaba yo, con todos los posibles “yo” frente a mí, viéndome y esperando a que tomara mis decisiones. El miedo a elegir una vía precisa no viene de la inseguridad respecto ella, sino de la callada consciencia de que escoger un sendero significa olvidar el resto. Abro una puerta, sí, pero estoy cerrando las demás. Avanzo en la vida, elijo, tomo decisiones a cada momento, y poco a poco me adentro por un camino que es sólo mío y por donde tengo que ir con un fardo cada vez más abultado: mientras más avanzo, más siento la obligación de cumplirle a las decisiones ya tomadas, de ser coherente conmigo mismo. La responsabilidad no es más que otra palabra para ese fardo. Vivir traquilo depende de la facilidad para asimilar esa carga y transformarla en motor de las propias acciones.

Pero, en cambio, la juventud no tiene esa coherencia como transfondo de las acciones, ella construye su propia coherencia a cada acto y a cada momento. Está plenamente abierta. Por eso, ahí, todo el mundo, todas las cosas, todas las posibilidades, se quedan cortas, son poco frente a la inmensidad de la vida que se abre ante nosotros.

Quizás el único problema, y que no menciona Bioy Casares, es que es precisamente cuando somos jóvenes cuando menos nos damos cuenta de todo esto. Y los mayores sentimos la necesidad de advertir “ten cuidado con lo que elijas, porque esto podría determinar el resto de tu vida”, pero para un adolescente es sin duda una frase insufrible, algo casi terrorífico; si pensara eso cada vez que toma decisiones, sería incapaz de tomarlas. Somos, pues, seres muy extraños: precisamente cuando somos más libres es el momento en que menos lo sabemos.

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