jueves, 11 de octubre de 2012

“Las apariciones son, en cierto modo, fragmentos, trozos de otros mundos…

… El hombre sano, naturalmente, no tiene motivos para verlas en atención a que el hombre sano es sobre todo un hombre material, y, por consiguiente, para que su vida sea normal, debe vivir únicamente la vida de aquí abajo. Pero apenas enferma, en cuanto se quebranta el orden normal, terrestre, de su organismo, inmediatamente comienza a manifestarse la posibilidad de otro mundo; a medida que su enfermedad se agrava se multiplican sus contactos con el otro mundo, hasta que la muerte le hace entrar en él por completo”.

Fiodor Dostoievski, Crimen y Castigo, Los Hermanos Karamazov, Edimat libros, Madrid, España, 2000, p. 217.

Se trata de una reflexión de un personaje llamado Svidrigailov de Crimen y Castigo en torno a las apariciones de fantasmas. La idea tiene francamente algo de estremecedor. Por lo general, pensamos en la vida y en la muerte como dos instancias  opuestas que se excluyen de manera total. Nos imaginamos que, sea lo que sea que encontremos al morir, ya sea la más oscura e impenetrable inexistencia, ya sea un porvenir eterno donde sólo seremos espíritu, es algo en principio incompatible con la vida, algo enteramente distinto. Pero he aquí que Dostoievski sugiere que, más bien, podría haber una especie de continuo entre los dos, entre vivir y morir, y que en cierto modo se traslaparían. Cuando enfermamos, morimos un poco y podemos experimentar, como  por una pequeña  resquebrajadura que se nos abre por un instante, ese otro mundo que pertenece sólo a los muertos. Semejante idea explicaría el hecho de que en los enfermos sea tan frecuente el estado visionario o susceptible a ver apariciones fantasmales.

Y así, los fantasmas, en sentido estricto, no serían reales, puesto que no se guiarían por la lógica de lo que llamamos “real”, que es la que rige nuestro mundo material, el que vivimos día a día; pero en otro sentido, serían profundamente reales, pues serían manifestaciones fehacientes de la existencia de otro mundo que jamás vemos. Serían, pues, cuanto más irreales, más reales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario