domingo, 8 de abril de 2012

“Si de mí dependiera formarme a mi albedrío,…

…creo que no hallaría ningún modo de ser, por óptimo que fuera, en el cual me resignara a fijarme para no poder desprenderme; la vida es un movimiento desigual, irregular y multiforme. No es ser amigo de sí mismo y menos todavía dueño, es ser esclavo de la propia individualidad el seguir incesantemente y el estar tan domado por las inclinaciones, que no nos sea dable rehuirlas ni torcerlas.”

Montaigne, Michel de, Ensayos, Libro III, Capítulo III.

Varios ejemplos un poco prosaicos de lo que dice Montagine me vienen instantáneamente a la mente: ¿Cuántas veces hemos estado convencidos de que determinada fruta o verdura no nos gustaba y después de años de evitarla, al probarla por azares del destino, nos percatamos de que nos gusta? ¿Cuántas veces eludimos y rehuimos determinadas actividades con el pretexto de que “no encajan con nuestro modo de ser”, como cantar, bailar o incluso llorar? Pareciera que vivimos constantemente atados a lo que creemos que nos es propio y a ese modelo que eternamente construimos de nosotros mismos y que queremos siempre reflejar a los demás, y al hacerlo nos cerramos nuevas vías, nuevas posibilidades, nuevas formas de ser, pensar o sentir.

Somos muy propensos a olvidar precisamente eso: nuestra propia heterogeneidad, nuestra capacidad para cambiar y adaptarse, para aprender cosas nuevas. Y es verdad que quienes defienden ciertas ideas a ultranza muchas veces son de estrechas miras o de poco criterio, pues jamás se permiten romper sus propias reglas sólo para ver qué es lo que hay del otro lado, para adquirir otras perspectivas. Todos tenemos inclinaciones muy definidas, pero en ocasiones es bueno no seguirlas y aventurarse por otros caminos. Más de alguno podrá conducirnos a parajes insospechados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario